"El arte que trasciende, que ayuda a ver y encontrar al otro, que es expresión de la tradición y de la renovación de la fe y de belleza". Benedicto XVI

domingo, 10 de mayo de 2009

Torturados


Al Presidente del consejo de comisarios del Pueblo de la URSS
Viatcheslav Mikhailovitch Molotov



He aquí mi confesión, corta como lo es un segundo antes de morir. Nunca he sido un espía.

Ha parecido al gobierno el castigo que por mis faltas se me había reservado no era suficiente para mi (el cierre de mi teatro, la dispersión del colectivo) y que debía sufrir otro castigo, el que los órganos NKVD me infligen ahora. Esto quiere decir que es necesario que sea así.

Y mi yo se divide en dos personas. La primera se pone a buscar los “crímenes” de la segunda , y cuando no los encuentra, se pone a inventarlos.

El Juez de instrucción se ha mostrado como una ayuda experimentada en este asunto, y nos hemos puesto a inventar mis crímenes juntos, en estrecha colaboración. El juez de instrucción repetía sin cesar y amenazando : “si no escribes , te golpearemos de nuevo, y no dejaremos intactas más que la cabeza y tu mano derecha, y dejaremos el resto como un despojo de cuerpo informe, sangriento, deshecho”

Me golpeaban, a mi, un viejo enfermo de sesenta años, me tumbaban sobre el suelo, cabeza abajo, con un tubo de caucho anudado, me golpeaban la planta de los pies y la espalda , cuando me hacían sentar en una silla , me golpeaban las piernas con el mismo objeto (desde arriba con gran fuerza) , y las partes situadas entre las rodillas y la parte superior de las piernas.

Los días siguientes, como en estas partes de las piernas se había producido una abundante hemorragia interna, me golpeaban sobre los hematomas rojos-azules-amarillos, con este caucho y el dolor era tal que me parecía que en los sitios doloridos y sensibles de las piernas me vertían agua hirviendo.

Gritaba y lloraba de dolor. Me golpeaban en la espalda con el caucho, me golpeaban en la cara con mucha fuerza.

Me retracto de estas declaraciones obtenidas golpeándome y os suplico, a usted jefe del Gobierno, que me salve, deme la libertad. Amo mi patria, y estoy dispuesto a consagrarle todas las fuerzas de los últimos años de mi vida.

Vsevelod Meyerhold

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