Y, sin embargo, sé que te he negado
en muchas horas; sé que todavía
te he de negar quizás y que tu sombra
me habrá de vigilar desde la altura.
Tal vez sea mi carne y la de otros,
hilada en el tejido de los sueños,
menos que sombra, acaso sólo eso:
fantástico deseo impronunciable.
Nosotros los cargados de preguntas,
los padecidos de pregunta y sueño,
tal vez no merezcamos tu presencia
final, tras la jornada que termina.
...
Y acaso sea así; y acaso sea
necesario que tal consideremos
nuestro vivir, por merecer un día,
tras la fatiga entre la mar del odio
y la vacilación de Ti, mirarte
surgir feliz en medio de las olas.
Carlos Bousoño. Oración desde aquí