Jan D. Hemesseer
Agobiado por carga grave y dura,
caro Señor, y del mundo apartado
me vuelvo a ti, cual leño ya quebrado,
de gran procela a mares de dulzura.
De clavos y de espinas tu tortura,
y tu rostro piadoso y sosegado
son prenda de tu gracia al desdichado,
que su salud al alma le asegura.
No miren con rigor tus ojos santos
mi pasado, ni afrente yo tu oído;
ni se alce contra mí brazo severo.
Lave tu sangre en mí pecado tantos
y abunde más, al verme envejecido,
en pronto auxilio y en perdón entero.
Michelangelo Buonarroti. Soneto CCXC
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