Esta disciplina, con todo, se entiende en su sentido total, absoluto e ilimitado: significa que el deber primero e imprescindible del revolucionario profesional es la destrucción de la subjetividad empírica propia y la aceptación sin reservas de los puntos de vista del Partido, al que debe concebir como la única instancia moral y política, una especie de Super-ego colectivo que tiene el derecho a exigir todo.
Luciano Pellicani. Rivoluzione e totalitarismo
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