El Islam ha producido en mí una profunda conmoción... la visión de esta fe, de estas almas viviendo en continua presencia de Dios, me ha hecho entrever algo más grande y más verdadero que las ocupaciones mundanas...
Me impulsaba una gracia interior en extremo fuerte: empecé a ir a la iglesia sin tener fe, y no me hallaba bien más que allí, repitiendo durante largas horas esta extraña oración:" Dios mío, si existís, haced que yo os conozca.
Yo no puedo Dios mío ser rico, estar cómodo, vivir tranquilamente de mis bienes, cuando Tú has sido pobre, viviendo penosamente de un trabajo duro... No, yo no puedo amar así...
Hay que amar la justicia y odiar la iniquidad, y cuando el gobierno comete una grave injusticia contra aquellos que tenemos a nuestro cargo, hay que decirlo... no tenemos derecho a ser centinelas dormidos o perros mudos o pastores indiferentes.
Cuando uno ama, quiere hablar todo el tiempo con el ser amado, o al menos mirarlo. Eso es la oración: no es otra cosa que el intercambio familiar con nuestro muy Amado. Se le mira, se le dice que se le ama, nos alegramos a sus pies y allí le decimos que queremos vivir y morir.
Quiero habituar a todos los habitantes, cristianos, musulmanes, judíos e idólatras, a que me miren como a su hermano, como el hermano universal.
Charles de Foucauld. Diarios
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