Me doy, digan los Religiosos, me entrego, me vacío, me nulifico, todo lo entrego: de todo me despojo: entrego todas las personas, todos los afectos; devuelvo al Señor todo cuanto de El he recibido, con todos sus dones, y gracias: doy mi cuerpo, mi alma, mi vida, mis sentidos y mis potencias, mis sentimientos y palpitaciones y hasta mi eternidad. Esto es el despojo de la Pobreza. Y al despojarse se siente una gran hambre de más pobreza; porque las virtudes participan de aquella hambre y sed insaciable de Dios, que nunca se satisface, siempre anhelando el alma aquel inmenso y Eterno Bien. Las virtudes son unas emanaciones del mismo Dios y tienen la misma propiedad de ser infinitas.
Concepción Cabrera de Armida. De las virtudes y de los vicios


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