“Me han visto curar ustedes a cojos y ciegos,
y despertar a los muertos,” dice él;
“Verán algo que todo lo ha de superar:
cómo muere un hombre colgado de un árbol.”
Era un hijo de Dios nuestro Buen Compañero,
que pidió que fuéramos sus hermanos.
Lo he visto acobardar a un millar de hombres.
Lo he visto en el árbol de la horca.
No lanzó ni un grito cuando hundieron los clavos
y la brotó la sangre, caliente y libre;
aullaron los sabuesos del cielo escarlata
pero él no lanzó ni un grito.
Lo he visto acobardar a un millar de hombres
en las sierras de Galilea;
gemían mientras él caminaba calmo entre ellos,
con sus ojos grises con el gris del mar,
como el mar que repele a los viajeros
con sus vientos desatados y libres,
como el mar en Genesaret
cuando él pronunció de pronto dos palabras.
Un señor de los hombres era el Buen Compañero,
camarada del mar y del viento.
Si ellos creen que han matado al Buen Compañero,
son tontos para la eternidad.
Lo he visto comer miel de los panales
después que lo clavaron al árbol.
Ezra Pound. The Ballad of the Goodly Fere (Frag.)
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