Alba, mírala bien, mira el lucero
de miel, casi morena, que trasmana
un rubor silencioso de milgrana
en copa de granado placentero;
la frente como sal en el estero,
la risa con repique de campana
y el labio en que despunta la mañana
como despunta el sol en el alero.
¡Alba, mírala bien! y el mundo sea
heno que cobra resplandor y brío
en su mirar de alondra transparente;
aurora donde el cielo se recrea,
¡aurora Tú que fuiste como un río,
y Dios puso la mano en tu corriente!
Luis Rosales
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