Pero la vida, sin el sentimiento de la muerte, sin, esto es, religión, sin aquello que nos distingue de los animales, es un delirio, intermitente o continuo, estoico o trágico. Por otra parte estas poesías han nacido casi todas en el campo; y no hay más imágenes, ni más campos, ni la blancura de los grandes navíos ni el verde de los bosques ni el dorado del grano, sin las procesiones o las comuniones que pasan; y no hay sonido que más se distinga entre el fragor de los ríos y los torrentes, sobre la inmensa espesura, sobre el canto de las cigarras y de los pájaros, que aquél del Avemaría.
Giovanni Pascoli. Prefacio a los Cantos de Castelvecchio
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