Mira en este desdichado monte, á quien el mundo llama felicidad, la multitud de gente que le habita: mira la confusión, y babel, y vocería con que unos á otros no se entienden.
Mira los ambiciosos, qué tristes, y qué hambrientos de bienes de fortuna: hasta los montes de oro y plata tienen á las espaldas, no porque la desprecian, sino porque esta gente nunca mira lo que tienen, sino lo que les falta.
Mira los deshonestos encenagados en los pantanos de la lascivia, sin tener aun habilidad para dar voces, porque su torpeza es tanta que ni áun hablar les deja.
Mira los envidiosos comiéndose á bocados, siendo alimento de sí mismos. Mira los murmuradores de todo descontentos, y nada les parece bien, sino el decir mal. .
Mira cuánto ladrón, cuánto homicida, cuánto embustero , cuanta soberbia, cuánta vanidad ocupa la corte de esta ramera. También tiene este maldito pueblo sus ermitaños y penitentes, unos que profesan virtud por sus comodidades, otros que viven solitarios por no hacer bien á nadie, otros que no comen de miserables, otros hacen penitencia por que los alaben; y ha llegado la locura á tal extremo, que hay quien derrame su sangre por parecer bien.
Mira los ambiciosos, qué tristes, y qué hambrientos de bienes de fortuna: hasta los montes de oro y plata tienen á las espaldas, no porque la desprecian, sino porque esta gente nunca mira lo que tienen, sino lo que les falta.
Mira los deshonestos encenagados en los pantanos de la lascivia, sin tener aun habilidad para dar voces, porque su torpeza es tanta que ni áun hablar les deja.
Mira los envidiosos comiéndose á bocados, siendo alimento de sí mismos. Mira los murmuradores de todo descontentos, y nada les parece bien, sino el decir mal. .
Mira cuánto ladrón, cuánto homicida, cuánto embustero , cuanta soberbia, cuánta vanidad ocupa la corte de esta ramera. También tiene este maldito pueblo sus ermitaños y penitentes, unos que profesan virtud por sus comodidades, otros que viven solitarios por no hacer bien á nadie, otros que no comen de miserables, otros hacen penitencia por que los alaben; y ha llegado la locura á tal extremo, que hay quien derrame su sangre por parecer bien.
Miguel de Mañara. Discurso de la Verdad
No hay comentarios:
Publicar un comentario