¡Dios mío! ¿Podrán cerrar verdaderamente todas esas puertas?
Sí, las cerraran. Las puertas se cierran sobre masas humanas comprimidas,
amontonadas en los vagones de mercancías. Por las rendijas de la parte superior
asoman cabezas y manos, que más tarde se agitaran al unísono en cuanto el tren
parta. El silbato lanza un silbido estridente: un tren con 1.020 personas
abandona Holanda. El cupo no es elevado esta vez: mil judíos. Los otros veinte
constituyen la reserva, para ir reemplazando a los que se mueran por el camino,
de debilidad o como consecuencia del hacinamiento- sobre todo en un tren que
transporta a tantos enfermos.
Etty Hillesum
Que en ese tren terrible que conduce a la muerte no nos abandone la fe
¡Te rogamos óyenos!
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