La teología del cuerpo también deja muy en claro, que ninguno de nosotros es simplemente un alma que habita en un cuerpo, o un cuerpo “poseído” por un alma. Nuestros cuerpos no son meras “cáscaras” infundidas de un alma. No son meros “repositorios” carnales intercambiables, prescindibles, o desechables. Nuestros cuerpos son “nosotros”. En consecuencia, lo que nosotros hacemos con nuestro cuerpo afecta nuestras almas, para bien o para mal.3 Cuando usamos nuestros cuerpos para amar y servir y adorar a Dios, en el modo que Dios nos llama a amar y servir y adorar, nuestras almas sienten los efectos de esas acciones corporales. A través de estas acciones corporales virtuosas, nuestras almas, a su vez, se vuelven más virtuosas, más parecidas a la de Cristo, y más puras, de tal manera que “que Dios mismo es glorificado en él”
Emily Stimpson . Estos hermosos huesos
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