El hombre no puede salvarse a sí mismo. Dios ofrece todo lo necesario para la «justificación», el restablecimiento
de la relación entre el pecador y Dios. Dios es activo y los
hombres son sólo pasivos. Nuestras «buenas obras» y la observancia
de la ley no son las causas de nuestra justificación, sino únicamente
el resultado. Podemos observar los preceptos religiosos simplemente
porque Dios nos ha salvado
Karen Armstrong. Una historia de Dios
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