El padre Rentería recogió las monedas una por una y se acercó al altar.
Son tuyas - dijo - . Él puede comprar la salvación. Tú sabes si éste es el precio. En cuanto a mí, Señor, me pongo ante tus plantas para pedirte lo justo o lo injusto, que todo nos es dado pedir... Por mï, condénalo, Señor.
Y cerró el sagrario.Entró en la sacristía, se echó en un rincón, y allí lloro de pena y de tristeza hasta agotar sus lágrimas.
- Está bien, Señor, tú ganas - dijo después.
Juan Rulfo. Pedro Páramo
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