Ya no fíes, mi alma, en promesas del mundo,
su luz es de cristal, su favor una ola
que por siempre lo vientos impiden que sosiegue;
su vanidad huyamos, volvámosle la espalda:
por Dios sólo vivimos,
a Dios amar debemos.
En balde para lograr nuestros ruines designios,
pasamos con los reyes el grueso de los años,
sufrimos sus desprecios, doblamos la rodilla:
mas en nada nos ganan, en nada se distinguen
del resto de los mortales,
mueren como nosotros.
Cuando rinden su espíritu, ya no son sino polvo
todas esas altezas tan pomposas y vanas
cuyo fulgor altivo deslumbra al universo,
y en los grandes sepulcros en que sus almas hueras
aún se muestran soberbias,
les comen los gusanos.
Ahí ya no les dicen señores de este mundo,
árbitros de la paz, el rayo de la guerra:
cuando pierden el cetro ya nadie les adula,
y en su caída arrastran de modo inevitable
a aquellos elegidos
que hubieron de servirles.
François de Malherbe. Imitación del Salmo "Lauda anima mea dominum"
No hay comentarios:
Publicar un comentario