Había sido ateo y ahora era cristiano para el resto de mi vida. Desde entonces hasta hoy, quedé cautivo en las redes del divino pescador... Nunca me he vuelto a sentir solo. Siempre ha estado Él conmigo, sosteniéndome en los momentos más duros y crueles de mi dolor y de mi prueba. Y ahora sé con indecible alegría y gratitud que jamás me abandonará, porque el encuentro con Él es un encuentro para siempre. Sí, Dios existe, yo también lo encontré. Sólo que no estaba donde yo suponía... Era en lo más profundo de mí mismo, donde habitaba, en lo más íntimo y cercano, en las entrañas de mi propio ser. Desde ese momento, todo me parecía diferente. Mi existencia adquiría un nuevo sentido... Era un camino de amor hacia Dios.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario