Más duros tiempos que nosotros alcanzaron nuestros abuelos: ellos vieron cerrados los templos, y la cruz abatida, y perseguidos los sacerdotes, y triunfante el empirismo sensualista y la literatura brutal y obscena, y tenida toda religión por farándula y trapacería. Y, sin embargo, todo aquello pasó, y la cruz tornó a levantarse, y el espíritu cristiano penetró como aura vivífica en el arte de sus adoradores y aún en el de sus enemigos.
No desesperemos, pues, y el que tenga fe en el alma y valor para dar testimonio de su fe ante los hombres. cante de Dios, aun en medio del silencio general; que no faltarán, primero, almas que sientan con él, y luego, voces que respondan a la suya.
Marcelino Menéndez Pelayo. Discurso de Ingreso a La Real Academia Española
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