El fuego del infierno es el deseo
del éxito; las potencias despiertan el deseo, y permiten a los condenados
conseguir el objeto de sus anhelos. Pero cuando se ha llegado a la meta y los
deseos se han cumplido, todo aparece como desprovisto de valor. ¡Y la victoria es nula! Vanidad de vanidades,
nada más que vanidad. Entonces, tras la primera decepción, las potencias avivan
el fuego del deseo, y el de la ambición, no es ya el apetito insatisfecho lo
que más atormenta, sino la ambición saciada que inspira disgusto hacia todo.
Por eso el demonio sufre pena infinita, porque obtiene al instante cuanto
desea, de modo que no puede gozar nada.
August Strindberg. Inferno
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