Sus cuerpos están poseídos del
Espíritu de la Sangre enferma, del espíritu del Silencio, del espíritu de la
Ceguera, del Espíritu de la Fiebre, del Espíritu del Maleficio. Son los endemoniados,
y solo el mago, el Rábbí, el taumaturgo
piadoso, sabe las palabras de exorcismo que libran del demonio. Y en todo lugar
se acecha el paso de estos hombres que llevan el prodigio en su voz y en
su mirada, y apenas se nubla la lejanía
con el polvo de su cortejo, la muchedumbre se exalta y amontona y desnuda sus
miserias, y las ofrece bajo las sandalias de los profetas.
Gabriel Miró. Figuras de la Pasión del Señor
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