Versos, versos, más versos, siempre versos,
¿y para qué, Dios mío? Dentro queda
una fuente de llanto sofocado
minándome la hirviente calavera,
sin encontrar salida a la congoja
cada vez más patente . Y toda niebla.
Contigo, vengo, Dios, porque estoy solo.
Ramón de Garciasol. Hombre en soledad (frag.)
No hay comentarios:
Publicar un comentario