Una habitación cuadrada, vacía. En un rincón una sola cama, y yo acostado. Oscurece. De repente, se abre el techo y un ser alado desciende con estrépito y rapidez, llenando la habitación de corrientes y nubes. Un crujido de alas que se arrastran. Pienso: ¡un ángel! No puedo abrir los ojos, todo es deslumbrante, demasiado luminoso.
Marc Chagall. Memorias
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