Señor, mi corazón que te ofrezco con lágrimas de sangre,
y cuyo oscuro reflejo está en mis
ojos,
que me pesa en el fondo de mi pecho, es tan
sordo,
bárbaro y erizado de púas, como un cofre.
Oculto abismo, en medio de su anillo infernal,
la lujuria se muerde las alas y blasfema.
¡Piedad! j Señor, piedad! Aun así te lo ofrezco,
sepulcro amurallado y cofre de rencor.
Charles Guerin. L’Homme intérieur
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