EN EL SEPULCRO
¿Por qué te inquieta el frío,
el cardo, o los mustélidos
de tu sepulcro? ¿Acaso
estarás en él? Lo oscuro
te trastorna como a un niño
que olvida que mamá ahí cerca
junto a la alcoba cose, y oye
tu voz junto al quinqué.
Apagó la candela por que duermas.
¿Cómo te dejará tu Cristo
solo y amargo bajo tierra,
si Él ya probó este acíbar
por ti, crucificado y muerto?
¿Cómo se callaría sin decirte:
Ya puse el reloj muy de mañana,
verás qué hermosa, con su enredadera,
su desván y el cerezo gigante,
el río y los abedules, la otra casa.
Enseguida amanece, es un instante.
Arrópate y en un cerrar de ojos estaremos allí,
ya son las doce.
José Jiménez Lozano. Entre tantas devastaciones
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