Plantear la cuestión de Dios no es otra cosa, en últimas, que plantear la cuestión de la imaginación, interrogarnos sobre su naturaleza: la de esa fuerza que, a partir de nada, crea signos y significaciones, creencias y pasiones, instituciones y símbolos...; esa fuerza de la que quizá todo dependa y de la que el hombre moderno, como no podía ser de otro modo, también se pretende dueño y señor. Así lo cree este hombre que, mirando con condescendiente sonrisa a los signos y símbolos de ayer y de hoy, exclama burlón: “¡Bah, sólo son imaginaciones!”, mentiras pues.
Álvaro Mutis. Contra la Muerte del Espíritu
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