El tiempo litúrgico en el cual vive el cristiano durante el servicio religioso no es ya la duración profana, sino el tiempo sagrado por excelencia, el tiempo en que Dios se hizo carne.
Un cristiano no conmemora un hecho, reactualiza un misterio. Por el Misterio de la Pasión o de la Resurrección, el cristiano anula el tiempo profano y se reinstala en el tiempo sagrado de lo primordial.
Para el cristianismo como para el hombre de las sociedades arcaicas, el tiempo no es homogéneo; comporta rupturas periódicas, que lo dividen en una duración profana y un tiempo sagrado.
El cristianismo no acepta de modo alguno el horizonte desacralizado del cosmos y de la vida, que constituye el horizonte característico de toda cultura “moderna”.
Un cristiano no conmemora un hecho, reactualiza un misterio. Por el Misterio de la Pasión o de la Resurrección, el cristiano anula el tiempo profano y se reinstala en el tiempo sagrado de lo primordial.
Para el cristianismo como para el hombre de las sociedades arcaicas, el tiempo no es homogéneo; comporta rupturas periódicas, que lo dividen en una duración profana y un tiempo sagrado.
El cristianismo no acepta de modo alguno el horizonte desacralizado del cosmos y de la vida, que constituye el horizonte característico de toda cultura “moderna”.
Mircea Eliade. Los mitos del mundo contemporáneo
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