No percibió al Dios: halló sus obras;
no tenía pensamiento: expiraron en medio del goce.
Jamás la alabanza ni el ruego habían profanado esa hora,
así que él no rezó, ni dió gracias:
su propia mente servía como ofrenda al poder
que lo creó. No había nada, sino la bendición y el amor
William Wordsworth. El vendedor ambulante
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