¡Eh, compañero! ¿Buscas
al Cristo?, gritó alzándose el mendigo
predicador en su hacienda de andrajos
del banco donde duerme,
a espaldas del benéfico Caballero de Gracia.
Tuve miedo en la noche, por si fuera
el Cristo mismo, ebrio, quien me hablara,
y lo negué tres veces
Pablo García Baena. Los campos elíseos
No hay comentarios:
Publicar un comentario