Los ricos de este mundo, que con embrollos acumulan riquezas de iniquidad, o sea, haciendo desigualdades, no podrían tener amigos más cercanos, si lo entendieran bien, que las manos de los pobres, que son el tesoro de Cristo. Oh rico, da a Cristo lo que él mismo te dio. Lo tuviste como donador, tenlo como deudor, lo poseerás como remunerador con intereses. Oh rico, te suplico, extiende al pobre tu mano árida; y si antes era árida por la avaricia, ahora florecerá con la limosna.
San Antonio de Padua. Sermones
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