Ese quietismo , esa atención mística a las conjunciones de lo cotidiano y de lo eterno, ese abandono a la ola que nos empujan , ese dejarse encantar por una música continua , que los otros perciben mal y que a veces nos llega como un grito perdido que oímos solo nosotros.
Jules Romains. Los hombres de buena voluntad.
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