A la conversión de un pecador
Señor, estoy de vos tan alcanzado
cuando el discurso al contemplar permito,
que, aunque me habéis sufrido de infinito,
representáis paciencia de olvidado.
Yo, que dormí de vuestra voz llamado,
hoy despierto a la voz de mi delito;
y al primero dolor de verle escrito
le dáis los privilegios de borrado.
Deuda, señor, es ya, no confianza,
pensar que del dolor el sacrificio
grato aroma se salve donde ascienda.
Aún me dejáis sin dudas la esperanza:
que quién trocó la ofensa en beneficio
¿qué mérito dará a la misma ofrenda?
Gabriel Bocángel. Sonetos
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