Los unos pueden esperar su felicidad de sus riquezas o de sus talentos; otros se apoyan en la inocencia de sus vidas, el rigor de sus penitencias, el número de sus limosnas o el fervor de sus plegarias... para mí, Señor, toda mi confianza es mi confianza misma. Esta confianza no engaña jamás a nadie ... estoy entonces seguro de que seré eternamente feliz, porque espero firmemente serlo y porque es de Vos, Oh, mi Dios, de quien lo espero ... En tanto que yo espero, me mantengo a cubierto de todas las desgracias, y estoy seguro de esperar siempre, porque espero también esta esperanza invariable.
San Claudio de la Colombiére. Euvres, IV
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