El arte moderno actual ha dejado de ser el misterio que compromete al individuo que lo contempla en una relación singular y trascendente, más allá de los usos profanos a los que la obra estaba hasta entonces destinada -objeto de placer, de lujo o de deleite-, para ser tan sólo un juego exotérico -practicado entre un número creciente de clases sociales- festivo y un tanto macabro, al que se entrega una cultura agónica para ocultar el espectáculo de su propia descomposición.
Jean Clair. La paradoja del conservador
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