Todo nos combate, todo nos rechaza, todo nos asalta; estamos descubierto por todas partes debido a la sensibilidad de nuestras pasiones y a la envidia de nuestro orgullo. Ninguna paz se ha de esperar de sí, cuando se vive entregado a una multitud de deseos ávidos e insaciables (...) El amor propio enfermo y compadecido de sí mismo no puede ser tocado sin levantar alaridos. Tocadlo con la punta de un dedo, se cree desollado.
Francois de Salignac, Fenelón. Carta a la condesa de Gramont
Francois de Salignac, Fenelón. Carta a la condesa de Gramont
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