Lo que para nuestro sentir es primavera lo que ve Dios pasar sobre la tierra como una leve sonrisa fugitiva. Aquélla parece acordarse de algo que durante el estío difunde a los cuatro vientos, hasta que se reviste de experiencia en el gran silencio otoñal con que se confía al solitario. Todas las primaveras que tú y yo hemos vivido juntas, no alcanzan a llenar ni un segundo de Dios. La primavera perceptible a Él no es la que se despliega en árboles y praderas, sino, en todo caso, la que se hace patente en los hombres, porque entonces transcurre, por decirlo así, no en el tiempo, sino en la Eternidad y en el presente de Dios.
Rainer María Rilke. Historias del buen Dios
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