"El arte que trasciende, que ayuda a ver y encontrar al otro, que es expresión de la tradición y de la renovación de la fe y de belleza". Benedicto XVI

miércoles, 30 de septiembre de 2020

Libertad de expresión

 


"No comulgo con tu opinión, pero estoy dispuesto a morir por tu derecho a expresarla " dijo Voltaire, si es que llegó a decirlo. Es obvio que no se refería a aquello que muchos consideran hoy como un derecho, es decir, insultar las convicciones y los valores de los otros, comportarse de forma irrespetuosa con los símbolos religiosos y burlarse de dios los y santos, tendencia que tan en boga está últimamente.

Mi abuela, como la mayoría de mujeres de su época, había vivido momentos muy difíciles. Guerras, hambre, enfermedades, pérdidas de seres queridos. En una ocasión le pregunté como aguantaba, y no me respondió con palabras. Simplemente señaló al cielo con el dedo.

Si alguien ofendía sus iconos, insultaba a su dios, humillaba a sus santos en nombre de la libertad de expresión, quizá lo perdonara, pero incapaz de entender una barbarie semejante. Y menos aún si el culpable afirmaba ser inocente.

Mi abuela no era alta, pero en altura moral no había quien la superara.

Voltaire hablaba del derecho de los ciudadanos a expresar su opinión y a hacer la crítica al poder. A eso se le llamaba libertad de expresión. Sin embargo, la manera en que hables a tu vecino no entra en esa categoría. Ahí hay siempre una frontera natural: el Otro. En todo lo que digas, en todo lo que hagas, has de tener en cuenta al otro. Naturalmente que puedes ignorarlo, pero eso tiene consecuencias. Una de las más comunes es la hostilidad, el odio y, en algún momento, incluso la guerra. Y que te ocultes detrás de Voltaire, no ayuda.

Theodor Kallifatides. Otra vida por vivir

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