Algunos pensadores de la antigüedad explicaban el “Rostro
radiante del recién nacido” por el hecho de que todavía escuchaba el eco de la
música celestial de los espacios interestelares que acababa de atravesar su
alma. Los Padres de la Iglesia han escrito que el hombre, microcosmos del
universo creado, podía oír en el silencio de su alma la música armoniosa de
toda la creación. Y el tradicional simbolismo pictórico que representan
multitud de ángeles músicos que, entre cielo y tierra, tocan con sus
instrumentos una música imperceptible y eterna, quería significar también, que
el universo cósmico es una inmensa sinfonía, en la que cada criatura, animada o
inanimada, ejecuta su partitura para la mayor gloria del Creador.
Michel Hubaut. Los caminos del silencio
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