"El arte que trasciende, que ayuda a ver y encontrar al otro, que es expresión de la tradición y de la renovación de la fe y de belleza". Benedicto XVI

sábado, 10 de junio de 2017

El disfrute de este mundo



Frente a Juan el Bautista, «que no comía ni bebía» (Mt 11,18; cf. Me 1,6) y cuyos discípulos ayunaban (Mt 2,16-22) —en actitud coherente con el adusto mensaje del juicio divino que el Precursor proclamaba—, Jesús aparece en los evangelios participando con frecuencia en banquetes, hasta tal punto que sus adversarios llegan a acusarle de ser «un comilón y bebedor de vino, amigo de publícanos y pecadores» (Mt 11,19; Le 7,34). Esta acusación, tan injuriosa para Jesús, que los evangelios nos conservan, responde sin duda a la realidad histórica, ya que es impensable que pueda haber tenido su origen en el ámbito de la primera comunidad cristiana (...)

El reino se presenta no sólo como promesa de un futuro, sino como realidad anticipada ya bajo el signo de la comida festiva Jesús se distancia de los antiguos profetas, pero sobre todo de la mentalidad apocalíptica de su tiempo, que excluía toda realización del reino aquí en la tierra, remitiéndola a una edad futura, celestial, que seguirá a la edad presente (...)

El hecho de que las comidas de Jesús no se realicen dentro de un ámbito sagrado, sino que acaezcan en la cotidianeidad de la existencia misma, es también un signo de la incardinación inicial de los bienes mesiánicos futuros en la vida presente, en el normal proceso de la historia.Una segunda novedad que caracteriza a las comidas de Jesús es la participación en ellas de los pecadores, lo cual escandaliza a muchos de sus contemporáneos piadosos El convite, para Jesús, no queda enmarcado en los estrechos límites de un acto social convencional. Ni siquiera se reduce a un acto de hospitalidad o confraternización humana (aunque también sea eso), pues para ello bastaría con invitar a los amigos y conocidos algo que Jesús trata de superar, evidentemente (cf Le 14,12) Antes bien, las comidas festivas se convierten para Jesús en signo de la acogida gratuita y generosa de Dios para con los pecadores y, por ello, en signo concreto de gracia y de alianza nueva, de presencia del reino de Dios.

Manuel Gesteira Garza. La Eucaristia misterio de comunión

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