Señor, divino Fuego,
tú eres misericordia, yo soy ruego.
De inextinguible luz eterno faro,
yo soy desolación, tú eres amparo.
Yo te adoro, Señor. Débil y triste
soy, pero no si tu poder me asiste.
Para luchar con épico ardimiento,
hay que fortalecer en tu alabanza
lo mismo el corazón que el pensamiento.
i No se llega a las cimas sin aliento
ni a ti sin esperanza!
Manuel José Othon. Salmo del fuego
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