Petra.- Basta una cruz trazada en el aire, ¿verdad? Por favor, hazlo…, puede que así me sienta menos culpable
Juan.- No sabes lo que dices. Vete.
Petra.- Dime que me perdonas.
Juan.- No es de mí de quien debe llegarte el perdón.
Petra.- Una cruz con tu mano extendida, como en la iglesia, aunque no seas cura…
Juan.- Pero estás loca.
Petra.- No puedes negarte… Sólo una cruz, no te pido más, ¡una cruz!
Juan.- Puede que yo también esté loco… (traza una cruz en el aire.) ¡Que Dios te bendiga, mujer! ¡Que Dios nos bendiga a todos y se apiade de nosotros!
Jaime Salom. La casa de las Chivas
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