Los monjes de mi pueblo me infundieron la fuerza para rezar
con el corazón, sin necesidad de emplear palabras. Y a hacer la señal de la cruz, de la que mi abuelo dijo: “Los árboles tienen la señal de la cruz donde
las ramas se cruzan. Los pájaros, cuando abren las alas y echan a volar, hacen
la señal de la cruz en el cielo. De todas las cosas que existen, sólo el hombre
no posee esa señal en el cuerpo. Por eso murió crucificado por nosotros Nuestro
Señor Jesucristo”.
Varujan Vosganian. El libro de los susurros
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