Pensad en caminar junto a José cruzando la puerta de Jaffa hata la llanura de Refaim, pasar la tumba de Raquel hasta el viejo portal de Belén; en robar unas miradas al rostro de la joven esposa subida en el burrito, ¡tan pequeña como para ser, en una buena y antigua expresión católica, la Santísima Madre de Dios.Y ahora decidme: ¿es extraño si yo escribía reverencialmente, sobrecogido en ocasiones? ¿Es extraño que, inconscientemente, yo estuviese preparándome para desprenderme de mi indiferencia como una langosta se desprende de su cáscara?.
Lew Wallace