De hecho, los hombres que son iguales, que pueden lo mismo, que piensan lo mismo, que quieren lo mismo, no se necesitan unos a otros; se resultan mutuamente superfluos y, a lo sumo, se refuerzan en «sociedades cerradas» uniformes que se aíslan con respecto a las demás. La mirada al Dios trino muestra otra cosa, a saber, que la «unidad» sólo es legítima cuando se realiza en la multiplicidad: en la convivencia, en el reconocimiento del otro, en el intercambio con él y en la complementación por medio de él. Y la multiplicidad sólo es legítima cuando la respectiva alteridad y con ello la riqueza de variaciones se aúna en la unidad del amor con el mutuo dar y recibir
Gisbert Greshake. Creer en el Dios uno y trino
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