¿
Quién, después de aplicarse al estudio de las cosas que se ven establecidas con el mejor orden y dirigidas por la decisión Divina, no abriría los ojos a través de la contemplación diligente de ellas, a través de una mera habituación a lo que es mejor, y no admiraría al Artífice de todas las cosas, en quien se encuentra toda la felicidad y todo el bien?
Porque el Divino Salmista ciertamente no dijo injustificadamente que se complacía en las obras de Dios y que se regocijaba en las obras de Sus manos. No menos, por estas cosas, como por medio de algún vehículo, somos transportados a la contemplación del Dios Altísimo
Nicolás Copérnico. De revolutionibus orbium cœlestium
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