Sí, mejor que estar contigo y seguirte por el camino del Calvario, envíanos a esos puercos, hay en ellos una santidad a nuestra medida, una vida al alcance del hocico, sonrosada, redonda y serena. Por tanto, Señor, es inútil que derramemos nuestra sangre. Déjanos cebarnos tranquilos, Y cubrir nuestras cerdas en paz. Sabremos escrutar bien el suelo para salvación de nuestro tocino. Sabremos encontrar en el fango un cielo suficiente y acogedor. Considera nuestra modestia, Hijo de Dios Altísimo. Preferimos la pocilga que nos reboza a tu alegría que hace llorar. La menor cochinada nos satisfacerá.. No necesitamos tu Hostia Radiante: Nos contentaremos con nuestra bellotitas.
Fabrice Hadjadj. La fe de los demonios
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