No te inquietes. En la hora de la despedida no has de temer.
Una mano amable desplegará con dulzura las velas del barco
Que desde el país de la tarde te transportará al de la mañana.
Camina sin temor en el silencio de la ribera,
Sobre el mullido sendero a través de la hierba del
crepúsculo.
Clemente Rebora
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