La Iglesia es católica, universal, e igual ocurre con sus procedimientos; todo cuanto ella hace pertenece a todos. Cuando bautiza a un niño, esa acción me concierne, porque a partir de ahí ese niño estará vinculado a ese cuerpo que es también mi cabeza, asociada a ese cuerpo del que yo soy un miembro. Y cuando entierra a un hombre, esa acción me concierne: la humanidad entera es obra de un único autor y está compendiada en un único volumen; cuando un hombre muere, no es que un capítulo sea arrancado del libro, sino que es traducido a una lengua mejor, y cada capítulo ha de ser así retraducido. Dios se vale de varios traductores en su proceder: algunas partes son traducidas por la edad, otras por la enfermedad, algunas por la guerra, otras por la justicia, pero la mano de Dios está en cada traducción posible y su mano habrá de reunir de nuevo todas nuestras páginas dispersas en esa biblioteca en que cada libro estará abierto ante los demás.
John Donne. Devociones y duelo por la muerte
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