Hay horas en la vida en las que el alma no puede prescindir
de Dios. Y entre esas horas hay sobre todo una, la última… ¿Se imagina lo que
será llegar al borde de la eternidad sin creer en Dios, sin vislumbrar, en la
orilla opuesta, al Padre omnipotente y misericordioso, que nos tiende sus
brazos? ¿morir en la sombra total, sin la más leve lucecita de esperanza?
Martin du Gard. Jean Barois
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