La filosofía cristiana del cuerpo se basa en la convicción
de que el hombre es espíritu encarnado, creado a imagen y semejanza de Dios, y,
por tanto, el concepto cristiano del cuerpo es equidistante de los dos extremos
opuestos: del desprecio espiritualista-dualista y de la divinización
materialista-vitalista. La reflexión filosófica cristiana no desconoce la
realidad del cuerpo humano; el hombre es imagen de Dios en la totalidad de su
ser: como espíritu encarnado.
Ramón Lucas Lucas. Horizonte vertical.
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