El artista ahonda para siempre su ruptura y heroico alejamiento del ruido y la furia desalmada de las vanguardias, para devolver a la obra de arte el Misterio que ella misma crea y alimenta, alumbrando lo desconocido e invisible que está en nosotros y que el imperio y comercio de naderías aspiran a abolir de la tierra, convertida en factoría, cuartel y cementerio de máquinas sin existencia moral ni espiritual.
Juan Pedro Quiñonero. Ramón Gaya y el destino de la pintura
Holaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
ResponderEliminar¡Qué inmensamente generosos sois conmigooooooooooooooooo...!!!
Gratitudes incontables, si.
Q.-
Muy al contrario gracias a usted por sus memorables libros.
ResponderEliminarEn este humilde blog cuenta con nuestra admiración
Saludos afectuosos