Así, desde la cima de la torre más alta de las ciudades, he descubierto que ni el sufrimiento ni la muerte en el seno de Dios, ni el duelo mismo eran de lamentar. Porque el desaparecido, si se venera su memoria, es más presente y más poderoso que el viviente. Y he comprendido la angustia de los hombres y compadezco a los hombres. Y he decidido curarlos. Tengo piedad sólo de aquel que se despierta en la gran noche patriarcal creyéndose al abrigo bajo las estrellas de Dios, y que de pronto siente el deseo del viaje. He prohibido que se interrogue, sabiendo que no hay nunca respuesta que sacie. El que interroga busca antes que nada el abismo.
Antoine de Saint-Exupéry. Ciudadela
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